Hoy celebramos alborozados el 66 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En el Mundo entero, en todo el Ecuador, mujeres y hombres de cualquier edad, condición, origen étnico, ideología, creencia religiosa, nacionalidad, género, festejaremos éste que es el Día de la Humanidad.
La Declaración Universal de Derechos Humanos surgió como un instrumento no obligatorio que en ese momento -1948, recién terminada la Segunda Guerra Mundial y primeros años de existencia de la Organización de las Naciones Unidas- expresaba los anhelos de todos los hombres y mujeres del Planeta Tierra por vivir en paz y armonía, con pleno respeto de sus derechos como individuos y como pueblos. Rápidamente la DUDH ganó terreno en todos los países y dio paso a una serie de convenios y tratados de cumplimiento obligatorio por los Estados así como la incorporación de los derechos humanos a las Constituciones y leyes internas de cada uno de ellos. En Ecuador la Constitución de Montecristi estableció con claridad y amplitud la obligación del Estado de respetar y garantizar a sus ciudadanos esos derechos y recogió los que corresponden a diversos grupos de la sociedad, especialmente los que se encuentran en situación vulnerable.
Esos avances de las décadas pasadas están teniendo actualmente un considerable frenazo. Los que parecían fantasmas del pasado en retroceso: racismo, discriminación, guerras, violencia social, despotismo, intolerancia religiosa y otros igualmente graves resucitan con fuerza; extremas desigualdades en el reparto de las riquezas materiales, culturales y espirituales traen pobreza creciente y niegan en la práctica sus derechos a miles de millones de personas. Una demencial acumulación de riqueza material en manos de estrechas minorías privilegiadas desata nuevas ambiciones, alimenta conflictos aparentemente religiosos, exacerba antiguas y nuevas contradicciones y monta el escenario para una nueva guerra mundial que ya empezó y podría alcanzar proporciones apocalípticas destruyendo incluso a la Humanidad entera.
En nuestro País los significativos avances en el cumplimiento de la obligación constitucional del Estado de proporcionar a los ciudadanos salud, educación y bienestar contrastan con las no menos significativas restricciones de algunas libertades públicas. Se registra la expansión de la criminalización de la protesta social, hostigamiento a ambientalistas y defensores de la Naturaleza, maltratos a organizaciones de Derechos Humanos del Ecuador y a periodistas, abusos a mujeres familiares de privados de la libertad, restricción a población refugiada para acceder a derechos, amenazas de desalojos forzosos en comunidades.
Conforme a su propia naturaleza como derechos inherentes a toda persona, a la Declaración y Plan de Acción de Viena 1993 y al contenido de nuestra Constitución, los Derechos Humanos deben ser respetados y garantizados a todos los ciudadanos y ciudadanas sin restricciones ni diferencias, peor discriminación. Eso no se alcanzará sino a través de las luchas que nosotros los ecuatorianos, como individuos, colectivos y pueblos seamos capaces de desarrollar.
Guayaquil, Diciembre 2014