Bitácora de Observación
Llegamos a las diez de la mañana—una hora después del comienzo oficial de las visitas familiares. Sin embargo, nadie había ingresado. Como delegados del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos llegamos al Centro de Rehabilitación Social N. 1 (CRS-1), conocido como la Penitenciaría del Litoral, para recoger información sobre la situación de las personas que vienen a visitar a sus familiares presos.
A través de los años, el CDH ha mantenido varios contactos con esta institución para abogar por los derechos humanos de las personas privadas de la libertad. Sin embargo, en los últimos meses hemos recibido nuevas denuncias sobre el maltrato sufridos por, especialmente mujeres, en las colas y en los filtros de seguridad afuera y adentro del CRS-1. Por lo tanto decidimos realizar una visita a las afueras de la cárcel.
Para aquellos que no se han acercado al CRS-1, resulta difícil entender la primera impresión de miseria vivida por los familiares visitantes sin referirse a campos de refugiados o estados de emergencia. Primeramente, cabe mencionar la gran cantidad de gente. Los centenares de mujeres—por lo menos quinientas personas de todas las edades, principalmente pobres—paradas en tres largas colas. Tales filas de espera estaban divididas: una para ancianas (la más corta), otra para mujeres embarazadas con niños pequeños, y otra para el resto de ellas, que resultaba ser una masa gigante de sufrimiento.
Había un techo para bloquear el sol para la gran mayoría de las que esperaban en la cola normal. Pero no alcanzaba a proveer sombra para todas. Adentro había más techo que se extendía desde la entrada, pasando el Centro de Detención Provisional, y llegaba hasta el segundo filtro de seguridad operado entre la Policía y los Guías Penitenciarios.
Cuando nos acercamos a ellas nos comentaron que hace menos de dos semanas un bébé falleció asfixiado en la misma “línea de espera” por la falta de control de los policías que vigilaban el filtro exterior del CRS-1. Según sus testimonios, fue una bomba lacrimógena que estalló cerca de ellas, y que los policías habrían lanzado, lo que causó la muerte del infante. Todavía indignadas por el hecho, protestaban y nos mostraban como las condiciones tormentosas para el ingreso. Vimos que la policía solamente intervenía cuando las visitadoras luchaban entre ellas, especialmente cuando alguna de ella quería “colarse”.
Desde el momento del ingreso en la cola hasta pasar por el primer filtro uno se demora un par de horas, pero muchas dicen que en promedio se requiere entre 3 y seis horas para ingresar. En cambio, la cola de las ancianas se movió con más rapidez. Entraron por turnos cada hora más o menos.
Según otros testimonios, “Las abogadas,” o “las que se figuran como abogadas” pagaban entre cinco y ocho dólares para ingresar sin hacer cola. La gran mayoría de las mujeres que acuden a CRS-1 esperan horas para entrar y ver a sus familiares.
El infierno del filtro exterior, en las palabras de las mismas mujeres, se agrava porque los policías dejaban entrar a mujeres de forma arbitraria. Ellas indicaron que si se quejan por estos procedimientos pueden ser sancionadas impidiéndoles el ingreso al CRS-1durante meses. Muchas de ellas nos rogaron que hagamos algo para solucionar esta situación tan precaria. Bajo el nombre de la seguritización del Centro de Rehabilitación ya no pueden ingresar con abastecimientos sin pagar a los policías que controlan los filtros de afuera y de adentro.
Nuestro fotógrafo logró hacer unas tomas de los sucesos más graves que vimos a las afueras del primer filtro de seguridad: mujeres en corredores enjauladas y paradas bajo el sol, aplastadas y alzando a sus bebés sobre sus cabezas para evitar que se asfixien. Los niños llorando con sus caras contra las rejas o agarrando las piernas de sus madres, mientras también se escuchan palabrotas y gritos de auxilio.
Pero las noticias más difíciles de escuchar fueron las que tenían que ver con el chequeo de cuerpos en los filtros de seguridad interna. Una vez que se pasa por el primer filtro y se llega al segundo, todas sin respeto de su género, edad, o condición son procesadas por una búsqueda corporal de arriba a abajo. Literalmente todas fueron tocadas por el área del pecho, los senos por fuera de la ropa, y algunas hasta adentro de su sostén.
Recibimos testimonios de mujeres que fueron obligadas a desnudarse parcialmente o totalmente (siempre en frente de una persona del mismo género). Obviamente, el proceso les provocó mucha angustia por la falta de privacidad y la perversidad del vergonzoso proceso.
Nota:
El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos frente al escenario descrito considera que el procedimiento de ingreso a la Penitenciaría del Litoral es un trato tormentoso que afecta derechos a la integridad física y emocional, la seguridad personal, la no discriminación, la privacidad, la honra y libertad de expresión de los familiares de las personas privadas de la libertad consagrados en instrumentos internacional como las Normas Mínimas para el Tratamiento a los Reclusos, la Convención contra la Tortura y el Pacto de Derechos Civiles y Políticos. Además de instrumentos regionales como la Convención Americana de Derechos Humanos y la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Recordamos además el nuevo marco legal que reconoce la actual Constitución del Ecuador y que estaría seriamente afectado frente a esta dramática realidad.
Guayaquil, agosto 2012